lunes, 15 de marzo de 2010

De los premios y otras cuitas actorales



Ya vimos la entrega de los premios Oscar y una vez más confirmé mis sospechas en torno a los criterios que siguen para premiar a los actores, directores, guionistas y demás partícipes de la industria del cine.


Es claro que no hay punto de comparación real entre “Hurt Locker” y “Avatar”, pero también es clara la tendencia de erigir como ganadores aquellos filmes que reivindican la posición de Estados Unidos ante el mundo.

Durante los globos de Oro, por ejemplo, los filmes con temática nazi fueron ampliamente galardonados bajo el cobijo de la comunidad artística del vecino país. En nuestra nación sucede algo netamente similar: como en la política, en la industria del entretenimiento hay juego de intereses, disfrazado por supuesto, pero que al final generan un espectáculo redituable.

Un premio no sirve para que el autor “se duerma en sus laureles” o camine “sobre los cuernos de la luna”, sino para que tenga la determinación de esforzarse y el impulso que necesita para mostrarse en una vitrina desde la cual tenga derecho a ser elegido para trabajar en diversos proyectos.

En el cine mexicano, por ejemplo, se siguen haciendo películas con los mismos actores que no se creen en muchos casos una palabra de lo que les dicta el guión. Tal parece que para hacer cine en territorio nacional hace falta tener a cuestas el apellido Ochoa, Bernal, Yazpik, Luna, Talancón, Suárez o De la Reguera. Pero ese no es el punto. ¿Hasta cuándo tendremos una verdadera entrega de reconocimientos que no mire por los intereses de una empresa? ¿En qué momento se hará una entrega de reconocimientos verdaderamente incluyente?

¿Por qué no se premia en Tv y Novelas a Tatiana del Real, que ha mostrado con creces su capacidad histriónica al tejer para sí personajes con una carga alta de emociones psicológicas? ¿Por qué no reconocer con la misma presea a Érika de la Rosa cuando su palmarés la avala y cuando sus actuaciones la han hecho brillar? Hasta el momento, ninguna de las dos actrices se ha guardado su talento; al contrario, independientemente del éxito de sus proyectos, como seres individuales, han salido airosas de sus compromisos. No se exponen ante los medios hasta llegar al ridículo porque no lo necesitan.

Desafortunadamente, y muy a pesar de los amantes de productos con calidad emanados del cine y la televisión, las entregas de reconocimientos en México se hacen bajo el amparo de un cúmulo de gente que en su escala de jerarquización tiene como principal motor la explotación de una imagen y la vendimia de productos, quitando de lado el factor realmente resaltable denominado trabajo.

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