martes, 16 de marzo de 2010

La "Rudeza" de Arturo Rivera


¿Ha prendido su televisión el viernes por la noche? Si la respuesta es afirmativa ¿Se ha quedado al menos por unos instantes en Tv Azteca para ver el “espectáculo más luminoso del planeta”? Yo sí.


Estaba checando su transmisión y escuchaba a los comentaristas hacer bromas locales, soltar a diestra y siniestra lo que pretendían ser gags cómicos hasta que me di cuenta de una cosa:

Si bien no parecía la copia al carbón de un estilo de narración, sí parecía la escuela de un hombre que por azares del destino está en “la casa de enfrente”, su competencia más fuerte y real, este hombre es conocido como Arturo Rivera García.

Miraba mi televisión, cambiaba de canal una y otra vez, la apagaba pero me arrepentía y la volvía a encender.

Nada era igual, se que son estilos diferentes, pero después de toda una vida de sesiones escuchando narrar a Arturo Rivera lo demás simplemente resultaba insípido.

Arturo Rivera, para bien o para mal ha creado una escuela con su peculiar y desenfadado estilo de narrar y comentar el deporte en México.

Es un cronista también que sabe llevar a nuestros hogares, de una manera más familiar y más amena el pancracio nacional, apasionándose a cada momento, entregando la fuerza que emana de sus cuerdas vocales y dejando así la prueba invaluable de su honorabilidad y de su arraigo.

Suelen decirle “El Rudo”, pero eso se debe a su afición por la lucha libre. Se nota a grandes leguas que es un tipo que disfruta de su trabajo y el cariño de la gente, junto al Doctor Alfonso Morales, escuchar lo que tiene para decir Arturo Rivera es clave dentro del contexto deportivo.

Ha cubierto los Mundiales Juveniles de México 83 y Australia 95. Como reportero y comentarista cubrió los Campeonatos del Mundo México 86, Italia 90, Francia 98.

Los caminos de la vida decidieron de manera correcta, lo llevaron a la lucha libre cuando la mayoría de sus compañeros se especializaban en futbol, si “El Rudo” no hubiera tomado ese sendero seguramente no hubiéramos podido gozar de sus gritos, o de frases célebres ya dentro del argot como ¡Caigamos en oración!

Es indiscutible que un personaje como este se ha ganado su lugar, desde 1990 comenzó a gestar que su nombre se grabara con letras de oro en un ámbito ríspido y competido.

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