Sé que suspender la oportunidad de emitir un sufragio no es cualquier cosa, las implicaciones que esto conlleva son serias, a tal grado de que estaríamos viviendo la supresión de las garantías individuales de los ciudadanos.
No se trata de una decisión que deba ser tomada al vapor tampoco, esto no solo afecta por la naturaleza del hecho en demasía a los tamaulipecos sino a las distintas entidades federativas que están a unos días de votar por los candidatos a ostentar un cargo de elección popular.
La muerte del candidato a la gubernatura de aquél estado pone en jaque al Estado mexicano y su viabilidad. Es tiempo de proposición, lo he escrito antes, no es momento de discursos pasionales.
Ante la tensión y la posible frustración nacional que se suscita frente a los acontecimientos actuales tenemos que poner sobre la mesa el ausentismo en las urnas que dañan la incipiente vida democrática de un país como el nuestro.
Por más que los dirigentes políticos fijen su postura a favor de la unión y pretendan implantar entre líneas una especie de “revancha” civilizada contra el crimen organizado a través del voto, no se verá de manera contundente esa respuesta que esperan porque simple y sencillamente la ciudadanía se encuentra temerosa.
Hasta este instante, al cierre de este texto, creo que lo único cierto es que una vez más la agenda política nacional se ve subyugada a lo que haga o deje de hacer el crimen organizado.
“Hay que estar atentos a los medios de comunicación y conservar la calma, el voto es el instrumento, pero no es un chaleco antibalas.” Esto lo comentaba un amigo en el “Cara libro” (una de las dos redes sociales más populares hoy en día) y siento que tiene absoluta razón.
Los discursos que le dan una y mil vueltas a la cohesión social dado el marco del caso Tamaulipas tienen diversas lecturas, y como siempre todo es cuestión de percepción, pues para algunos personajes esto trae consigo fines “electoreros”.
Beatriz Paredes hablaba en conferencia de prensa, y mientras los medios presentes aguardaban a que se diera a conocer el nombre del nuevo candidato en Tamaulipas, la líder del tricolor simple y sencillamente no lo hizo porque prefirió hablar del agravio del que era presa su partido. No era para menos, pero creo que no era la forma.
Durante horas la gente pudo saber qué era lo que pasaba por internet, radio y televisión, y las publicaciones de prensa mantenían encabezados que tenían que ver con el hecho.
Fuera de todo discurso, un diálogo entre las fuerzas políticas parece improductivo, hay un vacío en el que existen recursos retóricos que salen de alguna manera baratos.
Tenemos un mensaje directo a través de la violencia, otro que emana de la clase política en general y que luce frágil, tal vez desdibujado porque lo han rebasado los acontecimientos acaecidos en Tamaulipas. En síntesis, si alguna esperanza existe de un diálogo real, ésta se esfumará rápidamente.
Desde Los Pinos llega un mensaje desde las sombras: Poco a poco estamos siendo testigos de un cambio, ya la estrategia no se percibe tan segura desde el ejecutivo federal y eso lo reconoce Felipe Calderón aunque no de manera flagrante.
Lo vivido hasta el momento da cuenta de una especie de colapso, mismo que nos da atisbos de ingobernabilidad, y es que como lo expresaba un encabezado de “Excélsior”, la muerte de un candidato a gobernador efectivamente cimbra al país.
Hasta este instante, al cierre de este texto, creo que lo único cierto es que una vez más la agenda política nacional vive un intempestivo revés gracias a la tensa situación del territorio mexicano en general.
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